Esa movida es de alto calibre geopolítico, hermano. Estados Unidos pidiendo paso libre de costo por el Canal de Panamá para buques militares y auxiliares no es cualquier petición: es una jugada que pone a prueba la soberanía panameña, el control sobre una vía estratégica mundial y el equilibrio de poderes en la región.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, lo soltó como quien lanza una piedra en aguas quietas: “eso es lo que es, es un marco”. Pero ¿qué clase de marco? ¿Uno que asegura cooperación o uno que encierra dependencia?
Preguntas que queman como sol del mediodía:
¿Qué ganamos nosotros como país con ese «marco»?
¿Es un trato justo o es una reedición moderna de aquel viejo tutelaje gringo?
¿Dónde queda la neutralidad del Canal firmada en los tratados Torrijos-Carter?
¿Y si mañana China, Rusia o cualquier otra potencia exige lo mismo, qué vamos a responder?
Esto no es solo política, es historia en movimiento. El canal no es una autopista cualquiera. Es el corazón del alma panameña, símbolo de lucha, de identidad, de independencia ganada tras sudor y presión.
Así que ojo con lo que se firme. No todo lo que brilla es oro, y no todo marco es un cuadro que vale la pena colgar.
¿Tú cómo lo ves? ¿Esto es colaboración estratégica o una sutil invasión diplomática?